
Alejandra Castillo Flores
Visita sin aviso
Desde que somos pequeños nos han enseñado a estar preparados y a planificar cada paso.
Así nos fuimos transformando en enormes agendas-mochilas, con horarios resaltados en colores y en alarmas chillando, que nos avisan que somos parte de un ping pong de encuentros y reuniones.
Pero de repente llega algo sin aviso.
Es como un sacacorchos que penetra en lo profundo de nuestras “seguridades” y va dando vuelta y vuelta, para arrancarnos con fuerza del lugar en donde estamos.
En ese dar vuelta y vuelta nos mareamos, pataleamos, nos enojamos hasta perdernos.
Cuando ya cansados, tirados sobre nuestra vida, abrimos un ojo con miedo y nos animamos a respirar más profundo, vemos a lo lejos una flor que ha crecido en el medio de un enorme campo vacío.
Nos encontramos por primera vez con nuestro silencio.
Comenzamos a caminar despacio sobre la hierba verde, y nos acercamos para ver el color de la flor, su forma, su perfume. A medida en que nos acercamos algo se va recomponiendo en nuestro interior, vamos dejando caer los pétalos secos y la nueva flor nos va dando vida.
Es así como, sin darnos cuenta, nos fundimos una en la otra.
Hay una fuerza interna que nos quita la sordera y nos da la vista, que nos invita a un presente atento y entregado. Que nos ayuda a salir de la vuelta sobre nosotros mismos, que nos invita a caminar sobre la hierba e ir al encuentro.
